Las borrosas fronteras del capitalismo verde

Son cada vez más las estrategias ‘verdes’ que son utilizadas para expandir y capitalizar negocios rentables

Parece que la conservación, la mitigación del cambio climático, las alternativas sostenibles de energía y alimentación y un largo etcétera de “lo verde” se han vuelto un mantra incuestionable. Nos alegramos cada vez que sale a la luz una nueva denuncia sobre las porquerías que hacen los restaurantes de comida rápida o las petroleras, nos indignamos por la muerte de los pandas y los osos polares y nos entusiasmamos cuando un nuevo descubrimiento científico o tecnológico podría ayudar a conseguir esas loables metas de la conservación y demás.

Sin embargo, muchas veces, por celebrar eso, no vemos que esos mismos descubrimientos y denuncias pueden movilizarse para obtener ganancias. Imaginen dos casos recientes. El primero es el Crucial Habitat Assesment Tool (CHAT) de la Asociación de Gobernadores del Oeste de Estados Unidos. Esta herramienta pretende ubicar en un mapa, usando SIG, los lugares donde se encuentran las especies animales y vegetales, los pantanos, las montañas, y los diferentes “ecosistemas” de esa zona del país. Así, se pueden clasificar cuáles son los lugares o especies que están más en peligro y cuáles son cruciales para el balance del medio ambiente. Buenísimo, ¿no? Ojalá tuviéramos uno así en la Amazonia, para monitorear la deforestación, la contaminación de fuentes hídricas y las madrigueras de las anacondas y los osos perezosos.

Bueno, pues la misma Asociación decide cuán cruciales o no son esos ecosistemas del Oeste estadounidense para poder vender a las diferentes empresas los lugares donde pueden minar oro, construir carreteras o construir campos de energía eólica o de maíz. La decisión de qué conservar se convierte entonces en una que depende de cuán rentable sería hacerlo o no para ellos.

El segundo ejemplo, también en Estados Unidos, tiene que ver con las porquerías que comemos. La Food and Drug Administration ha advertido que los productores de carne de todo tipo no pueden usar antibióticos de humanos en los animales que matarán para hacer los suculentos filetes. Una de las razones es que los virus y bacterias que matarían a las personas están adquiriendo defensas a los antibióticos por estar desde antes en los organismos que comemos, y por eso ha aumentado la mortalidad por ciertas infecciones. ¿Y es que quién quisiera hormonas y antibióticos y esas cosas en la carne que consume?

Pues otra de las razones es que las farmacéuticas van a vender medicina especializada en animales. Así que al negocio redondo de las patentes de medicinas carísimas para personas se va a sumar las de las veterinarias, todo por hacer más saludable la comida que consumimos y, por tanto, más verde y sostenible y etc.

Por eso yo ya no creo tanto en las alternativas verdes de las cosas. Estos dos casos, y el de combustibles orgánicos del que hablé hace unas semanas, muestran cómo las nuevas fronteras del capitalismo verde se expanden y se empiezan a volver borrosas. Claro, yo prefiero hacer consumo responsable que desmedido, pero parece que se vuelve irresponsable cuando se empiezan a trazar las trayectorias de financiaciones y ganancias de quienes lo alientan y permiten.

Sebastián Villamizar Santamaría/OJA

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