Los Juegos Olímpicos del calor, digo, de invierno

¿Por qué el esquí tiene que ver con el carbono, el capital global y el orgullo nacional?

European Pressphoto Agency (EPA)| Barbara Walton

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Según un informe de la ONG Climate Central, el calentamiento global hará que cada vez sea más difícil hacer Olimpíadas de Invierno. En 2050, sólo 10 de las 19 ciudades en donde se han hecho estos juegos serán aptas para albergarlos de nuevo, y sólo seis lo serán en 2080.

 Según ese mismo informe, incluso en un futuro en el que hayamos reducido las emisiones al mínimo, al menos cuatro de esas 19 ciudades serán “climáticamente insostenibles” para ser sede de los juegos de invierno, es decir, no serán lo suficientemente frías.

Pero los juegos son, desde antes de su ejecución, ambiental, financiera y climáticamente insostenibles. Las ciudades anfitrionas tienen que prepararse desde mucho antes para garantizar que haya un buen clima e instalaciones en las fechas del evento. Y para eso intentan reducir cuanto más pueden sus emisiones de gases de efecto invernadero, construyen pistas y usan cantidades gigantescas de agua para congelar “artificialmente” las montañas.

Más aún, para albergar a deportistas, entrenadores y visitantes, se invierte en hoteles, comida y vuelos de avión de todo el mundo. El total de toneladas métricas de carbono en estos últimos juegos en Sochi ascendió a 360.000, y se estima en varios miles de millones de dólares el dinero que se ha invertido sólo para llegar hasta allí.

 El problema es que, a pesar de la magnitud de este evento global, los gobiernos siguen sin tomar medidas contra el calentamiento. Los comités olímpicos han venido hablando de la necesidad de preservar estos Juegos por razones culturales y deportivas, y para eso han advertido de los problemas ambientales para poderlos realizar. Esos mismos comités han intentado hacer juegos con carbono neutral, como lo pretendieron en Vancouver 2010 y Sochi 2014, pero sin la ayuda de gobiernos y nuevas tecnologías, esa meta será difícil de cumplir en la realidad.

Yo quisiera creer que, si no han despertado sensibilidades los osos polares que se van a quedar sin casa y eso, tal vez un argumento de orgullo nacional espabile a los gobiernos. Muchos de los países que participan en estos juegos de invierno son los que más emisiones de carbono generan (por su calefacción, industrias, etc.), y donde están los centros de investigación que pueden ayudar a mitigar el calentamiento global. Son sus propios deportistas los que no tendrán dónde competir y alcanzar fama internacional y llevar de vuelta a sus países las preciadas medallas, y quisiera creer que esa posibilidad puede movilizar más bolsillos burócratas que los animales carismáticos.

Por ahora, sólo podemos esperar a los próximos Juegos de Invierno para ver cuánto más se invierte en los resorts y la calefacción que en el seguimiento de protocolos de restricción de carbono. Por ahora hay que terminar de ver los actuales, con todas sus leyes antigay, cortos circuitos de iluminación y medallas con fragmentos de meteorito, que es lo que parece que más importa en estos juegos porque el clima, como cosa rara, es sólo el telón de fondo.

Sebastián Villamizar Santamaría/OJA

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