Otra columna apocalíptica de cambio climático

Con los chigüiros muriéndose en los llanos y los bosques quemándose en Chocó, el panorama para los humanos tampoco es muy esperanzador.

 

 

 

 

 

Este fin de semana más de uno se indignó por las fotos de chigüiros y caimanes muriéndose de deshidratación en los llanos orientales colombianos, o por las hectáreas de bosque biodiverso consumidas por las llamas en Chocó. En estos casos, oh sorpresa, los estragos de la naturaleza pudieron mitigarse por acciones humanas que involucran ingresos, ingresos que tienen otras prioridades para el país.

Y es que los animales y las plantas parecen estar lejos de nosotros, en las ciudades, y por eso nos parece que el cambio climático nos va a tocar tarde a los humanos. Eso es lo que dice una reciente encuesta en Estados Unidos, que dice que los encuestados reconocen el problema pero creen que sus efectos los tendrán que lidiar generaciones posteriores. Lo cierto es que las sequías y los incendios nos afectan tanto a nosotros como a los no-humanos que viven más cerca de donde ocurren.

Primero, la comida. Oxfam, la organización cuyo propósito es erradicar el hambre en el mundo, sacó un reciente informe que dice que las reservas de comida no van a alcanzar para las personas. En efecto, los cultivos se ven afectados por las sequías, por lo que los precios suben y, por tanto, menos personas pueden pagar los alimentos. Y, aparte del aumento en millones de personas que estarán desnutridas, la preocupación de Oxfam es que los gobiernos productores no están preparados para enfrentar las amenazas del cambio climático en sus cultivos.

Pero la inseguridad alimentaria no es el único riesgo para los humanos. Ya hemos visto lo caótico que puede llegar a estar el clima, con lluvias extremas que llevan a inundaciones y deslizamiento de tierras. Y, si le sumamos el aumento de los niveles del mar, la cosa se complica. Aparte de la pérdida de tierra en la que pueden vivir las personas, tampoco habrá terrenos para negocios y, si eso no es suficiente para prender las alarmas del capitalismo, también se verá afectado el turismo. Son siete los monumentos, ciudades y tesoros mundiales los que desaparecerán de la faz de la tierra (como la Estatua de la Libertad o islas en el Caribe) y con ellos los ingresos derivados del turismo.

¿Qué están haciendo los gobiernos para responder a la escasez de vino, miel de abejas, chocolate, turistas y monocultivos? ¿Qué estamos haciendo nosotros en las ciudades? No tanto, porque claro, el tal cambio climático no existe o es problema de los que vienen a la Tierra en próximas generaciones. Eso, o escribimos blogs sobre el apocalipsis de cambio climático y seguimos consumiendo las mismas cosas, porque incluso los productos que tengan sellos de sostenibilidad no garantizan sellos de protección de derechos humanos. Quizá la salida sea tomarse en serio lo de desconectar el televisor por la noche y andar en transporte público, a ver si las pequeñas acciones individuales sí cambien el panorama apocalíptico.

Sebastián Villamizar Santamaría/OJA

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